martes, 3 de noviembre de 2009

Maneras acertadas de comunicar amor a los hijos


Atención concentrada

Es estar con el niño realmente, con el pensamiento y el cuerpo en el mismo sitio, junto al niño. Es mirarlo cuando nos habla y que todo nuestro cuerpo transmita el mensaje te escucho, pero globalmente hacerle sentir al niño, me importa, te dedico tiempo de buena calidad, te amo. El distanciamiento en la interacción con los niños, el estar presente pero no en presencia, los hace sentir que no interesan que no importan.

El verdadero encuentro hace que el padre, la madre transmita: estar contigo es importante para mí y que el niño perciba: Debo ser importante ya que mis padres se toman tiempo para ocuparse de mi persona.

Algunos padres están muy ocupados trabajando, produciendo para mantener a sus hijos, lavando, cocinando, cumpliendo horario, haciendo diligencias, etc., a tal punto que son una máquina de hacer actividades sin horario, interesados al final, más por las cosas y los planes, que por la gente.

Es importante que el tiempo que se le dedica al niño aunque no sea extenso sea frecuente y de buena calidad, que sea un verdadero encuentro de amor.

Algo que no debemos olvidar es que inconciente o concientemente los padres tienen “favoritismo” o mayor identificación con uno(s) de sus hijos, esto genera resentimiento y un deseo de “ganar” la aprobación y aceptación de sus padres de parte del hijo afectado. Cada hijo requiere una atención personalizada para sentirse amado y respetado como es.

Comunicación congruente

Existen varios elementos importantes a considerar en la comunicación y relación entre padres e hijos, que en su globalidad, y si se manejan en forma adecuada, hacen que los padres transmitan al niño: "Puedes contar conmigo, confía en mí, digo la verdad, y que el niño perciba: Puedo tener seguridad y confianza, ser honesto".

En primer lugar, los padres deben ser congruentes con su lenguaje verbal y no verbal, es decir, que si dicen una cosa, su cuerpo, sus gestos, su tono de voz deben expresar el mismo sentimiento, para que transmitan mensajes congruentes, sólidos, sinceros, confiables. Ejemplo: cuando la madre le dice al niño "mi amor, quédate quieto" con voz suave, contenida, dientes apretados y cara y cuerpo rígidos, realmente la esta "diciendo ¿mi amor?".

Un padre no debe prometer lo que no puede cumplir, transmite al niño irrespeto y lo considera "tonto" y el niño percibe, además, que no puede confiar en alguien que engaña, que dice cosas y luego no las cumple. Los adultos utilizan este método con suma facilidad para conseguir cosas de los niños, sin pensar en las consecuencias negativas que esto trae.

A un padre le es beneficioso, tanto por él como por el hijo, darle a éste, mensaje de seguridad que transmitan al niño certeza de lo que puede esperar, por ejemplo, avisarle que va a llegar tarde, advertirle que lo llevará al médico y por qué, el camino para un paseo es largo y tedioso, etc.

Hay palabras cuyo uso es riesgoso y debemos tener cuidado al usarlas, porque pueden dar mensajes poco claros, que confundan al niño y le hagan percibir el mensaje como incongruente, no fiable.

"Pero", es una forma de decir "si" y "no" en la misma oración, es decir, que la segunda parte de la oración suele descalificar o desmentir a la primera, y quien lo escucha se siente molesto y confuso. Ejemplo: Yo te acepto pero me gustaría que no te vistieras así. Lo conveniente es sustituir el "pero" por "y", cambiar la situación de descalificación o reproche a un contexto de amor.

Sí. No. Transmiten duda, inseguridad y el niño no sabe a qué atenerse.

Siempre. Nunca. El significado literal de estas palabras es muy pocas veces acertado, existen pocas cosas en la vida donde algo puede ser siempre o nunca, y las utilizamos para dar énfasis emocional más que para transmitir una verdad, pero hacen sentir que somos exagerados o injustos, no congruentes.

Por ejemplo, ¡siempre me haces enojar!, sería más honesto decir, "en este momento estoy enojado". "Siempre" y "Nunca" es conveniente sustituirlas por "en este momento".

Debería y tiene. Son otras palabras traicioneras con las cuales es fácil querer decir que hay algo malo en ti, que de alguna manera te has equivocado al valorar.

A menudo el uso de esas palabras le señala implícitamente su "estupidez" a alguien. Ejemplo: "Debiste hacer las tareas temprano". "Debiste haberlo conocido mejor".

Expresión y aceptación de sentimientos

Los padres deben aceptar y expresar sus sentimientos y permitir lo mismo a los hijos, de tal manera que transmita al niño: "soy auténtico, no perfecto y acepto lo que sientes" y el niño perciba: "está bien que yo sea yo, puedo ser auténtico y espontáneo".

Nos cuesta mucho expresar nuestros verdaderos sentimientos y entonces los expresamos mezclados, utilizando, además, la incongruencia ante el lenguaje verbal y no verbal, transmitiendo deshonestidad, poca sinceridad entre lo que sentimos y lo que hacemos.

Nos cuesta expresar nuestros verdaderos sentimientos por imitación a otra persona, por temor a la desaprobación de los demás, por temor al manejo de ciertas emociones, por no ponernos en contacto con nuestros sentimientos reales, por miedo a que nuestra sinceridad hiera a los demás, etc.

Aceptación total, incondicional y permanente

Nuestro hijo es una persona única e irrepetible. Él tiene cualidades y defectos, pero tenemos que estar convencidos de que lo más importante es que capte el afán de superación y la ilusión de cubrir pequeños objetivos de mejora personal. Las cualidades son agradables de descubrir, los defectos pueden hacer perder la paz a muchos padres, pero se pueden llegar a corregir con paciencia, porque aceptamos totalmente la forma de ser del hijo, incondicionalmente y por siempre. La serenidad y la estabilidad son consecuencia de la aceptación y, esto quiere decir, actuar independientemente de nuestro estado de ánimo. También en circunstancias de más dificultades, como serían las de tener hijos discapacitados tendremos que crear la aceptación plena no sólo de los padres si no también de los hermanos y familiares, con la convicción de que repercutirán todos los esfuerzos en bien de la familia.

Si el niño o niña experimenta total aceptación de sus pensamientos y sentimientos, percibe el valor que se le da a su existencia. No nos gusta la envidia de nuestros hijos e hijas, sus celos, su cerrazón, su aislamiento, su rabieta, su cabezonería, su llorar constante y un largo etcétera. Incluso puede que las características del niño o la niña no sean las que deseábamos que fueran y, además, no aprenden como les estamos enseñando a ser. Pero aceptarles es admitir, por mucho que nos cueste, que ese hijo o esa hija es otra persona independiente y diferente de nosotros, y muy valiosa.

Valoración

Elogiar el esfuerzo de nuestro hijo, siempre es más motivador para él, que hacerle constantemente recriminaciones. Ciertamente que a veces, ante las desobediencias o las malas respuestas, podemos perder las formas, pero los mayores debemos tener la voluntad de animar aunque estemos cansados o preocupados; por esto, en caso de perder los nervios, lo mejor es observar, pensar y cuando estemos más tranquilos decir, por ejemplo: ''esto está bien, pero puedes hacerlo mejor''. Durante el tiempo que estamos con los hijos siempre tenemos ocasiones para valorar su esfuerzo, no pedirle más de lo que puede hacer y ayudarlo a mejorar viendo la vida con un sentido deportivo. Tenemos que procurar que aprenda a aceptarse y que con optimismo supere sus dificultades. De esta manera, conseguiremos que nuestro hijo sepa que le amamos por lo que es él y será capaz de desarrollar al máximo todas sus capacitados personales.

Tenemos que decir lo que está bien, sin darle ningún calificativo a él. Como dice el pedagogo Oliveros F. Otero: ''Se tiene que censurar la tarea, no la persona, se tiene que alabar la persona y no la tarea''. Nuestra actitud positiva, comprensiva y

motivadora incrementará la seguridad de nuestros hijos e hijas.

Estableciendo límites

Si opera en un contexto de límites bien definidos y firmes, los hijos perciben que nos importan. Esos límites habrán de ser justos, razonables y negociables: no vale la libertad ilimitada, pues en esta relación la falta de límites significa indiferencia. Cuando los progenitores escuchan las necesidades y deseos de sus hijos y se muestran dispuestos a negociar con ellos las reglas familiares, están ejerciendo autoridad y no autoritarismo. La autoridad escucha, atiende y negocia, pero también sanciona el incumplimiento de las normas, algo estrictamente necesario para que el niño o la niña pueda forjar su identidad y establecer su autoestima.

Lo estaremos haciendo cuando aceptamos sus decisiones de acuerdo a su edad, escuchamos sus deseos, atendemos sus necesidades y negociamos las reglas establecidas en casa. Respetarles no significa dejar que hagan lo que quieren. La permisividad es nefasta: destruye el esfuerzo, la disciplina y el autocontrol, y con ello, la confianza en uno mismo. Nuestra responsabilidad es enseñar a través de nuestras acciones y la suya aprender, pero será él o ella quien se sitúe en el mundo, se saldrá o no de nuestros límites. Intentar dirigir sus elecciones significaría anular su responsabilidad para con él mismo y para con su vida. No puede haber autoestima sin el ejercicio de la responsabilidad.

Enseñando con el ejemplo

Si el nivel de autoestima de los padres es sano y apropiado, hay más probabilidades que ocurra lo mismo con el de sus hijos, aunque no siempre es así. Cuanto más se valoren a sí mismos los padres aunque sin caer en excesos, más fácilmente podrán trasmitir a sus hijos la importancia de quererse a sí mismos.

Una autoestima bien asentada ayudará a los progenitores a educar a sus hijos, pues padres y madres son modelos de aprendizajes importantes y necesarios para que el niño inicie su camino partiendo de algo a imitar y que le indica el camino y cómo recorrerlo.

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